En la mayoría de los accidentes de tráfico se encuentran más factores humanos que técnicos, y dichos factores humanos, en aras de diseñar estrategias de prevención de la siniestralidad, deberían de ser analizados desde una óptica emocional.
El concepto Inteligencia Emocional se refiere a una aptitud para la gestión emocional, no contrapuesta a otro tipo de aptitudes, sino más bien con elementos comunes a todas ellas.
Este concepto se ha aplicado a numerosos campos, como el liderazgo, las relaciones, la empresa y un sinfín de contextos en los que su utilidad está fuera de dudas, pero sin embargo, en lo que respecta a la educación vial, la promoción de la Inteligencia Emocional debe llevarse a efecto, y desarrollarse en la práctica, de un modo paralelo y coordinado con el desarrollo de las demás capacidades, como puedan ser el entrenamiento en técnicas de conducción segura de automóviles, entrenamiento en la utilización del soporte vital básico y primeros auxilios, o conocimientos sobre conducción eficiente.
Parece evidente, como en cualquier otro ámbito de la vida, que las emociones y sus reacciones, juegan un importante papel al volante, ya que ejercen su influencia cuando estamos conduciendo. Pero ¿Cómo podemos controlar las emociones que afectan negativamente a nuestra conducción?.
De una manera muy básica, podemos afirmar que ser emocionalmente inteligente pasa por AUTOCONTROLARSE, y el autocontrol al volante es clave como factor preventivo de siniestralidad y accidentabilidad. Si desarrollamos nuestra Inteligencia Emocional, no nos controlaran las emociones, sino que seremos nosotros quienes las controlaremos. Con ello, la conducción se convertirá en una actividad serena y equilibrada, actuaremos con calma, e independientemente del comportamiento de otros conductores, nos permitirá seguir siendo responsables y empáticos, que es tanto como decir, solidarios con el resto de conductores y viandantes.
El componente emocional está siempre presente en el conductor, en función, no sólo del grado de autoconocimiento y autocontrol personal del mismo, sino también en relación al contexto o al ambiente, ya que no conducimos igual cuando vamos a trabajar, que cuando vamos de fiesta, cuando llevo a mis padres, a mis hijos o a un amigo, cuando voy a comprar, que cuando vengo de hacer deporte…, por lo que es necesario reflexionar también sobre la influencia de las motivaciones en la conducción.
En el año 2006, Attitudes, el Programa de Responsabilidad Social Corporativa de Audi, en su Cuaderno de Reflexión nº 10: “Emociones y Conducción. Una visión a partir de los sentimientos de la población española”, se concluye que “la Inteligencia Emocional es la variable más influyente emocionalmente en la seguridad vial”, y de un modo contundente se afirma: “A mayor inteligencia emocional, menos accidentes”.
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Enviado por: Dionisio Contreras Casado
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